El ser humano, desde el principio de los tiempos, se alimenta de todo lo que cae en sus manos ya sea carne, pescado o vegetales, para que la maquinaria del cuerpo se mantenga correctamente engrasada. De esta manera puede acometer todos sus quehaceres diarios.
Algunos tienen mas suerte que otros a la hora de saciar su apetito, pero a todos nos mueve la misma intención…saciar el hambre para seguir adelante, para seguir vivos.
También hay filosofías de vida basadas en el consumo de ciertos víveres como son los vegetarianos o el veganísmo, aunque todos se dirigen al mismo fin por distintos medios…
Sin embargo, no a todos nos preocupa saciar el hambre que pueda tener nuestra alma.
Intuímos que es inmortal, o al menos eso nos han dicho, y creemos que por eso no es necesario “darla de comer”.
Pero…¿Con qué se alimenta nuestra alma?.
Según mi humilde opinión, con cultura. También con un tipo de formación que hoy escasea debido a que todo está enfocado a una sociedad tecnológica; un tipo de formación que se centra en el conocimiento de uno mismo y de su entorno (relaciones personales, sociales etc.). En resumen, de una formación humanística que no tiene por que estar reñida ni separada con una educación tecnológica, y que hoy por hoy está en desuso.
El alma también se alimenta de estar en armonía con uno mismo y poder transmitirla a los demás; de entender que el entorno en el que vivimos es finito y los recursos limitados, y de esta manera intentar dejar un buen legado a nuestros hijos, sobrinos, nietos…; de entender que cada día vivido es un regalo precioso que no debe de ser subestimado ni menospreciado; de que a cada día, a cada hora, minuto, a cada segundo se nos ofrece una serie de experiencias de las que debemos aprender incluso de las que no son tan buenas.
¡Alimenta tu alma con experiencias y sensaciones positivas, crece personalmente, ofrece lo mejor de ti a los demás y se feliz!.
